Así pues,
como era natural, la novela ideal para iniciarse en la literatura de Highsmith
era El talento de Mr. Ripley, libro ambientado en alguna parte de la década de los
50-60, con el que inicia la vertiginosa existencia de Thomas Ripley, el que
sería según Anagrama la “figura prototípica de un género que Highsmith inventó”.
A este enigmático don nadie lo conocemos
desde la primera página, al momento en que es consciente de que alguien se
encuentra al acecho, mientras camina por las calles de Nueva York al salir de
un bar a altas horas de la noche. Las razones por las que nuestro personaje empieza a dilucidar sobre la
identidad de su posible persecutor ponen al lector en guardia, permitiendo
deducir en apenas un par de párrafos que Tom definitivamente tiene motivos para
temer un arresto. ¿Por qué? La buena noticia es que uno no tiene que esperar
demasiado para descubrirlo.
¡Pero
afortunadamente los temores de Tom no se cumplen! Y en realidad su perseguidor nocturno
es el inocente Mr. Greenleaf, un empresario americano que consigue dar con el
joven Ripley, convencido de que es el único hombre capaz de ayudarle a resolver
el problema que tanto lo aqueja. Antes de continuar, he de decir que tanto los
sucesos que llevaron al millonario a encontrar a Tom, como las razones que
tiene para creer que el joven realmente puede ayudarle, me parecieron (en lo
personal) un poco forzadas en la trama, algo así como que esto tiene que
suceder así para que esto otro tenga lugar.
Mr.
Greenleaf le plantea a Tom la situación. Su hijo, Richard Greenleaf (a quien Tom conoce vagamente como Dickie) se
encuentra en Italia, propiamente en Mongibello, dándose la vida de bohemio en
una casa playera, pintando sin siquiera tener talento (según su padre, hecho
que más adelante Tom comprobará por sí mismo), desperdiciando su tiempo y sobre
todo haciendo caso omiso a sus obligaciones que le corresponden en la empresa
familiar. Hasta el momento el lector no comprende qué tiene que ver Tom en todo
eso o cómo puede ser de ayuda. Entonces Mr. Greenleaf termina de poner las
cartas sobre la mesa: resulta que sabe por “amigos que Tom y su hijo tienen en
común”, que este y Dickie son grandes camaradas, hasta el punto de que
probablemente Tom sea la única persona que pueda convencer a Dickie de terminar
con su faceta de artista frustrado y regresar a los Estados Unidos.
He aquí el porqué de mis inquietudes iniciales. No puedo
dejar de decir que en comienzo consideré un poco inconsistentes las razones que
llevaron a Mr. Greenleaf a recurrir a Tom Ripley, porque prácticamente sucedió
porque sí. Y es que los supuestos amigos que tenían en común Tom y Dickie eran
en realidad solo unos conocidos con los que Tom se topó en una de sus salidas
furtivas, a lo mucho llegó a visitar la casa de estos en una ocasión, la misma
en que conoció a Dickie, con quien él mismo admite que tampoco forjó un vínculo
fuerte, más bien inexistente. Entonces, como diría mi abuela, ¿de qué santo
estos “amigos” van a decir que Tom es la persona ideal para ir en busca de
Dickie? ¿Acaso fingieron ser verdaderos amigos del susodicho?, de ser así, ¿con
qué motivos? ¿O tal vez Mr. Greenleaf estaba tan desesperado que le pareció
entender las cosas así? De cualquier forma, puedo decir que fue una casualidad
en su máxima expresión.
Algunos aseverarán que simplemente es un recurso insustancial
que Highsmith empleó para iniciar con la verdadera trama de su libro y quizá
pueda aceptar esa percepción, porque siempre está la cuestión de que cualquier
cosa puede ser posible en la ficción, pero sigue sin ser suficiente para esta
lectora, que procura atar hasta el último cabo suelto. Pero no me
malinterpreten. Este aspecto para nada hizo que mi interés en el libro menguase.
En todo caso, puedo decir que a medida que avanzaba en la historia las
interrogantes se mantuvieron latentes, y en algún momento me dejaron de parecer
importantes.
Continuando pues con la historia de Ripley, este acepta viajar
a Mongibello para persuadir a Dickie de volver a América. Tom no es tonto (cosa
con la que el lector estará más que de acuerdo conmigo una vez que lea el
libro) y puesto que hay un par de asuntos con la justicia cuyas consecuencias
estaría más que feliz de esquivar, se apresura a planificar la travesía que lo
llevará a Europa, todo costeado por Mr. Greenleaf por supuesto. Pero aquí es
donde comienza el largo análisis psicológico que el lector no deja de hacer sobre
la preocupante y versátil personalidad que Tom manifiesta durante todo el libro.
Tom Ripley es un joven de veinticinco años con muchos
conflictos internos, de los cuales uno no es completamente consciente hasta que
el mismo Tom los aborda. Sus padres murieron cuando él aún era un niño, hecho
que lo dejó a merced de su tía Dottie, una mujer cuyo trato no se puede decir
que fuera maternal, ni siquiera familiar. Sin embargo, Tom no da muestras en
ningún momento de que tales actitudes lo afecten emocionalmente, al menos no
de forma evidente. Con todo, el lector no puede evitar relacionar esos hechos
un tanto trágicos con la tendencia de Tom a aparentar ser algo que no es. Tom
es sabedor de su propia insignificancia, pero también de su talento para
sobrellevar casi cualquier situación, lo que le ha permitido salir a flote
hasta ahora. Pero nuestro protagonista está cansado de no ser nadie, de sus
amistades aún más perdedoras que él y de los escasos sueldos que no le permiten
darse la vida que merece. Es principalmente por eso que con gusto decide
realizar este viaje que sabe que le cambiará la vida para siempre.
De forma que Tom Ripley se embarca durante casi una semana y
atraviesa la mitad de Europa en trenes y autobuses para encontrar el pueblecito
italiano donde pasa su vida Dickie Greenleaf. Pero una vez que llega a
Mongibello las cosas no parecen tan esperanzadoras como antes. Como era de
esperarse, Dickie ni siquiera lo reconoce (¡lo cual es muy lógico porque solo
se habían visto una vez!, así que muchas gracias por eso). Intercambian saludos
como dos personas que acaban de conocerse e incluso Dickie le presenta a Marge
Sherwood, una muchacha que parece estar enamorada de Dickie, aunque Tom de inmediato
sospecha que este no le corresponde. En primer plano Dickie se muestra cortés con
Tom, pero sin ir mucho más allá de eso. Aun así, con el curso del tiempo Tom
consigue establecer una amistad bastante dependiente con el que hasta hace poco
había sido un mero conocido, haciendo uso de las múltiples artimañas y ardides
que siempre le habían permitido hacerse notar.
Llegados a este punto, Dickie representa para Tom la piedra
angular de lo que puede ser todo lo que siempre soñó, una oportunidad para
comenzar una nueva vida desde los cimientos, lejos de la intrascendencia y
simplicidad que lo caracterizaban en Nueva York. En Mongibello, siendo la mano
derecha de Dickie, Tom puede darse todos los lujos que jamás imaginó que
tendría por su cuenta. Con ello, se abre ante él un abanico de posibilidades
que fácilmente lo lleva a divagar en más de una ocasión, pues son tantos y tan
variados los caminos que se han dispuesto para él que no sabe cuál tomar
primero. En América era un don nadie, amigo de otros don nadie. En Europa es
Mr. Thomas Ripley, amigo íntimo del millonario Richard Greenleaf Jr.
Pero la sensación de seguridad no dura para siempre, contrario a lo que Tom había planificado y deseado. Dickie, como si se tratara del despertar de un encantamiento, empieza a dar muestras de fastidio ante la constante presencia de Tom en su vida y las confianzas que este se ha tomado con tanta naturalidad. Advertido por las sutiles quejas de Marge, (a quien por cierto, no le había pasado desapercibido el estremecedor fervor que sentía Tom por Dickie, como quizá a los mismos lectores), Richard Greenleaf regresa a su estado de indiferencia para con Tom, demostrando que a pesar del mucho cariño que pudo llegar a tenerle, él no necesita de nadie.
Estas nuevas actitudes asumidas por el joven millonario provocan que la estabilidad emocional de Tom se desmorone en un abrir y cerrar de ojos. La incertidumbre de que todo lo que ha obtenido se esfume con la misma facilidad que vino despierta en Tom Ripley su instinto de supervivencia más agudo. Sabe que tiene que hacer algo antes de que sea demasiado tarde, sabe que tiene que ser más inteligente que nunca si quiere salir bien parado y retener los bienes que le permiten sentirse vivo, como él mismo asegura. Y sin esperarlo, el plan perfecto se desliza en su mente en el preciso instante en que Dickie ve su destino en los ojos de Tom. Ahora solo tiene que llevarlo a cabo y esperar lo mejor.
Debo decir que es perturbadora pero a la vez deslumbrante la
forma en que Tom percibe el mundo y a las personas que lo rodean. A veces
tiende a contradecirse a sí mismo, pues puede mostrar un interés casi mórbido por
el qué dirán, y al mismo tiempo evidencia una total falta de respeto por
cualquier persona que no sea él, lo que quedará más que claro con sus acciones.
Pero claro, a estas alturas el lector ha desentrañado el gran secreto de
nuestro protagonista (que no representa ningún spoiler): Tom Ripley es un
completo psicópata. ¡Y eso está bien! Porque resulta fascinante internarse en
la cabeza de un hombre inquietantemente inteligente que no hace más que probar
sus límites cada vez más.
Es imposible ir un paso adelante de Tom, porque de alguna forma él ya lo ha barajado todo en su fuero interno, y debo decir que aunque convenientemente las circunstancias también han jugado en su favor, nada le quita el mérito de haberle dado vuelta a un rompecabezas que señalaba en su dirección se mirase por donde se mirase. De una manera magistral Highsmith nos ha expuesto a un personaje tremendamente siniestro que trastoca al lector, pero que también le despierta una profunda admiración, como si se tratase de un moderno Ulises. ¡Se trata de un psicópata! Pero un psicópata digno de admiración, no porque el lector desee hacer lo que él ha hecho, sino porque hace ver todo tan claro, tan fácil.
El talento de Mr. Ripley es un crepitante suspense que nos
mantiene a la espera de la próxima decisión
que tomará el protagonista. Estimula la imaginación del lector, porque es inevitable
intentar descifrar la mente de Tom y sus posteriores movimientos, en lo que parece
ser un tablero de ajedrez donde Ripley siempre está en jaque. Pero cuando menos
se lo espera, él es quien tiene el sartén por el mango.
¿Recomiendo El talento de Mr. Ripley? Totalmente. Y no solo
si te gusta la novela negra, policial, thriller o suspense. Pienso que este
clásico contemporáneo de Highsmith, al igual que sus sucesores (que espero leer
y reseñar pronto) son una literatura idónea para salir de la zona de confort
literaria y dejarse deslumbrar por un verdadero thriller en su máxima expresión. Entiendo que para gustos colores, pero me resulta difícil pensar en
que alguien no pueda quedar cuanto menos atraído por esta historia. Es lo más cercano a la perfección que he leído en este género y Ripley es sin duda uno de los mejores personajes jamás creados.
Por cierto, El talento de Mr. Ripley ha sido adaptada a la pantalla grande en más de una ocasión. El trabajo cinematográfico más famoso ha sido el remake realizado en 1999, protagonizado por Matt Damon, Gwyneth Paltrow y Jude Law. ¡Con ese reparto hay que verla luego de leer el libro!
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